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El equipo de Guayama sacó su fuerza del huracán María

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GUAYAMA, Puerto Rico - La casa de Devin Ortiz quedó destrozada. Los padres de John Luis López perdieron temporeramente su negocio. Angel Vázquez y Yadiel Delgado vieron el agua entrar sin invitación a sus casas mientras quedaban atrapados por el viento. Todas las familias tuvieron que ingeniárselas para vivir durante semanas sin electricidad y con escasez de alimentos y agua potable.
El recorrido de los jugadores de las Pequeñas Ligas Radamés López hasta la Serie Mundial de Pequeñas Ligas en Williamsport, Pennsylvania, comenzó después del peor desastre natural que haya azotado a Puerto Rico en más de un siglo.
Hace menos de un año, el huracán María arrasó con Puerto Rico, y el pueblo costero de Guayama, ubicado en el sureste de la isla ubicado a pocos kilómetros de donde tocó tierra el ojo de la tormenta, fue uno de los más afectados.
A pesar de los daños a las casas, comunidades y parques de béisbol, el equipo de jugadores de 11 y 12 años de Pequeñas Ligas conquistó invicto el torneo regional del Caribe para clasificarse por primera vez a Williamsport.
Para la Liga Radamés López, que juega su primer partido el jueves contra Corea del Sur (1 p.m. ET por ESPN), disputar la Serie Mundial de Pequeñas Ligas es una manera de dar las gracias al béisbol. Después de todo, el deporte sirvió como bálsamo para las familias de los jugadores, que entre lanzamientos y batazos podían despejar la mente mientras intentaban reconstruir sus vidas sumidas en el caos y la incertidumbre tras el paso del huracán.
"Nunca me rendí", dijo el pitcher y jardinero Homírcal Rodríguez. "Vino un huracán, pero el béisbol es mi deporte y nadie me iba a alejar de mi deporte. Así fuera en la calle iba a seguir practicando".

'Los llevó a superarlo todo'

LLEGAR A WILLIAMSPORT es el premio a un equipo que vivió la catástrofe de sus vidas. En un informe ante el Congreso estadounidense, el gobierno de Puerto Rico presentó un plan de reconstrucción de 139 mil millones de dólares, y calculó que el huracán probablemente provocó unas 1,400 muertes.
El agua potable y el combustible escasearon durante semanas después del paso de la tormenta. La red celular colapsó en la mayoría de la isla, que además quedó totalmente a oscuras.
En Guayama, la única manera de comunicarse con el resto del mundo era el teléfono satelital de una de las farmacias del pueblo. Allí, la gente que quería dejar saber a sus familiares que estaban vivos hacía una cola para llamar. Los vientos destrozaron el principal supermercado del pueblo, lo que provocó pánico de que hubiese escasez de alimentos.
En medio de esas circunstancias, Luis Daniel Ortiz recibió una encomienda de Paco Cintrón, presidente de la Liga Radamés López del pueblo. Apenas dos semanas después de la catástrofe, Cintrón pidió a Ortiz, entrenador del equipo Twins de la división de 11 y 12 años, que juntara a su equipo para que foguearan contra una liga de hasta 13 años.
El país seguía en crisis y Ortiz temía que lo menos que iban a pensar los padres de los chicos era en llevarlos al parque. De todas formas, fue casa por casa, dejó mensajes escritos, avisó a familiares que se encontraba en la calle y regó la voz por el pueblo.
"Visité algunas casas, porque nadie tenía comunicación por celular", recordó Ortiz. "Primero fui a los de (el pueblo aledaño de) Salinas, y de camino a allá comencé a ver las casas sin techos, sin puertas. Pensé para mí 'esto no se va a dar'".
Contactó a 14 muchachos para esa primera práctica después de María, que se realizaría a principios de octubre en el pueblo cercano de Arroyo. No había combustible para que los padres los llevaran al parque, ni agua para calmar la sed, o luz para practicar por la noche y evitar el sofocante calor tropical. De todas formas, 13 chicos llegaron al entrenamiento.
"Fue difícil regresar al parque porque donde vivía cayeron varios árboles y estaba inundado", dijo el primera base y lanzador Eric Rodríguez. "Pero como me gusta la pelota, hice todo el esfuerzo por venir".
Los padres se las ingeniaron para llevar a sus hijos a las prácticas, mientras los entrenadores hacían malabares para conseguir agua y hielo.
"El amor que le tienen a su desarrollo, a ellos querer vivir, los llevó a superarlo todo", comentó el manager del conjunto, Carlos Texidor. "No lamentarse, no decir que no tienen algo, que les falta luz, agua, celulares. Con lo que hay vamos a hacer mucho. Eso es lo ví en ese equipo, en los chicos y en los padres, y lo que transmitieron a los demás".
El primer partido tras María fue a mediados de octubre contra un equipo de Yabucoa, un pueblo en el sureste por donde entró el huracán el 20 de septiembre.
"Se me hacía difícil pensar que Yabucoa iba a llegar también, porque la situación también era muy difícil para ellos", dijo Ortiz. "Pero cuando ya nos íbamos a ir nos gritaron ¡Llegó Yabucoa! Y celebramos ese primer juego".
Guayama ganó ese partido. Y el siguiente. Y el tercero. Y siguió ganando. Los Twins ganaron el título de las pequeñas ligas del pueblo en una disputada final en abril. Texidor se unió al cuerpo técnico y desde que comenzaron las competencias estatales en mayo, la selección de Guayama, con siete jugadores de los Twins y siete del resto de los equipos de la liga, perdió un solo partido durante las clasificatorias en camino a Williamsport.

'Su vida es el béisbol'

EL HOGAR DE DEVIN ORTIZ está en las montañas del Barrio Carite, más cerca del municipio de Cayey que del centro de Guayama.
El trayecto desde el parque de práctica es de casi 45 minutos e incluye empinadas cuestas y una inmensa roca que cayó en la carretera durante el huracán. Los recordatorios de María están por todo el camino, desde postes de la luz partidos por la mitad hasta casas destruidas en su totalidad y acumulación de escombros.
Devin, su hermano y sus padres ya no viven allí, y afortunadamente no se quedaron en la casa durante el paso de la tormenta. Los vientos que llegaron a rebasar las 150 millas por hora se llevaron parte del techo de la estructura de madera y zinc.
Adentro, nada quedó de pie.
"Cuando supimos que venía y de la forma en que venía, nos refugiamos en la casa de mis suegros", que estaba construida en cemento, dijo Pedro Ortiz, padre de Devin. "Desde el cuarto de la casa de mis suegros se veía desde una ventana, por lo que vimos como los vientos la fueron destruyendo".
Incomunicados en su barrio durante varios días, solo había una opción para los niños Ortiz. Pedro ideó cómo hacer una malla, con lo que sus chicos pasaban largas horas practicando en bateo para no perder la forma. "Muchos de los días se nos iban practicando. Era lo único que hacíamos en el día".
Cuando se abrió el paso y pudieron salir, comenzó una nueva odisea para la familia Ortiz. Tuvieron que mudarse a casa de unos familiares y para que los niños pudieran practicar, reconfiguraron su itinerario, que ya de por sí era complicado.
"Buscaba a los chicos y los llevaba a la práctica. Desayunaba y almorzaba en el carro, pero los chicos llegaban a las prácticas y a los juegos. Era una misión sacrificada, pero lo hicimos con mucho amor porque a ellos les encanta el béisbol"
Pedro Ortiz, padre de Devin Ortiz
"Trabajo en el aeropuerto", a eso de una hora del centro de Guayama, narró Pedro. "Comienzo temprano, por lo que salgo de la casa a las 5:00 de la mañana y en esos días regresaba a Guayama a las 5:00 de la tarde, dependiendo del tráfico. Buscaba a los chicos y los llevaba a la práctica. Desayunaba y almorzaba en el carro, pero los chicos llegaban a las prácticas y a los juegos".
Devin no faltó a ninguna práctica durante la crisis. En la serie del Caribe, el jardinero bateó varios hits importantes, a pesar de que jugó con una lesión en el pie durante gran parte del torneo.
"Era una misión sacrificada, pero lo hicimos con mucho amor porque a ellos les encanta el béisbol, dijo Pedro Ortiz. "No creen en días libres, su vida es el béisbol".

'Fue una labor de equipo'

LA PARTE DIFICIL de John Luis López se produjo varias semanas después del huracán. En medio de toda la lucha por levantarse, sus padres sufrieron el sabotaje de su negocio, un carretón de frituras que fue quemado.
"No solo siguió practicando, sino que fue casa por casa buscando a los otros niños de Salinas para traerlos a Guayama", relató Wandaliz Bermúdez, la madre de John Luis. "Sufrimos unas pérdidas porque nos quemaron el carretón, pero gracias a nuestros hijos mayores nos pudimos recuperar en una semana. Fue una labor de equipo".
"Hubo días que no pude venir porque pasamos tiempo ayudándola a reconstruirlo, dijo John Luis, que juega en la receptoría.
"Pero seguí practicando. Eso me hizo más fuerte mentalmente, más motivado. Para ellos, era un respiro venir conmigo".
Viajar 20 minutos de Salinas a Guayama para ver a su hijo practicar y jugar no era tarea fácil en medio de la crisis, pero nuevamente, la labor de equipo de su familia les permitió estar presentes durante toda la temporada. Y sin duda, estarán también en Williamsport.
"No es fácil, pero con un poco de ajustes lo pudimos hacer. No hay dinero en el mundo que cambie el estar con sus hijos en este momento", dijo emocionada Wandaliz. "Allí estaremos en primera fila, apoyando a mi hijo y al resto del equipo".

'El huracán nos enseñó a ser fuertes'

ALBERTO MORET TAMBIEN SABE lo que es ser puesto a prueba. María destrozó su casa y sus pertenencias.
Pero unos meses después, el coach decidió poner a prueba a sus jugadores antes de enfrentar a Aruba en el torneo regional del Caribe, disputado en julio en Sabana Grande, en el oeste de Puerto Rico.
En ese punto, el equipo puertorriqueño estaba invicto en la fase de todos contra todos, y tenía asegurado el boleto a las semifinales.
"Les insinué que íbamos a perder el partido", recordó Moret, delegado y coach del seleccionado, y cuya casa eventualmente fue reconstruida por su iglesia. "Teníamos una racha bien larga, no perdíamos desde las eliminatorias del distrito y les dije que prefería perder... ante Aruba y prepararnos para ganar" los dos últimos partidos.
"Muchos de ellos abrieron los ojos como si hubiesen visto un extraterreste", agregó Moret. "Sé que fue un riesgo porque estábamos a sólo dos victorias de Williamsport, pero quería comprobar cuán preparados estaban mentalmente para lo que venía".
"Estaba durmiendo cuando empezó a llover y de momento, el agua estaba entrando a la sala. El viento era demasiado fuerte. Sentí como que el viento me llamaba por mi nombre... '¡Áaangeeel, Áaangeeel!'. Así lo sentía."
Ángel Vázquez, jugador del cuadro de Guayama
Guayama fue uno de los pueblos que registró vientos por encima de las 155 millas por hora, por lo que la experiencia del sonido del crujir de árboles, las imágenes de los techos arrancados por las ráfagas y el agua que entraba a las casas atemorizaba al más valiente.
"Estaba demasiado asustado", recordó Angel Vázquez, jugador del cuadro del conjunto. "Estaba durmiendo cuando empezó a llover y de momento, el agua estaba entrando a la sala. El viento era demasiado fuerte. Sentí como que el viento me llamaba por mi nombre... '!Aaangeeel, Aaangeeel!'. Así lo sentía".
"Pasó duro", recordó por su parte Yadiel Delgado. "Un poste cayó frente a mi casa. Eso ya intimidaba. Me acosté a dormir y un amigo que se quedó en mi casa me dijo "!El huracán llegó, el huracán llegó!' Me levantó y escuché el viento. Y el viento ¡whiiiffff! y nosotros recogiendo agua, y agua, y agua".
Por eso, después de vivir la experiencia de la devastación provocada por María, la presión de un partido de béisbol, por más importante que fuera, no iba a amedrentar a este plantel.
"Aprendimos a jugar tranquilos", dijo Homírcal Rodriguez. "Ya no tenemos presión, solo sabemos que tenemos que jugar a nuestro nivel. El huracán nos ensenó a ser fuertes".

'Me dice que nunca me rinda'

JOHN LUIS LOPEZ HABLA de Roberto Alomar como si hablara de cualquier otro compañero. La presencia del intermedista miembro del Salón de la Fama, su familia o alguna ex estrella de Grandes Ligas es un asunto cotidiano, por lo que está acostumbrado a escuchar sus consejos.
"Lo veo cada mes", relató López. "Estuve con él en el PR 12 (un torneo de béisbol juvenil organizado por Alomar) y en sus clínicas. Hablo con su padre (el ex intermedista Sandy Alomar Sr.)".
"Su presencia los inspira. Que un 'grandes ligas' venga aquí al parque de ellos, un tipo que haya salido del mismo lugar donde están ellos, los motiva a dar un poco más."
Carlos Texidor, manager del equipo de Guayama, sobre Eddie Rosario
"(Roberto) me da motivación, me enseña. Espero practicar con él, porque me ha invitado. Me dice que nunca me rinda, que siga entrenando y trabajando duro. Se acordó de mi por una foto que vio en el periódico, se acordó de mí y me dijo que nunca me había visto fildear en el cuadro, que siempre me había visto catchear. Me motivó a seguir jugando en el cuadro".
Esta interacción entre un miembro del Salón de la Fama y un jovencito de 12 años del Barrio Cocos de Salinas no es para nada sorprendente en esta zona del país. De una franja de pueblos en el sur de la isla, que va desde Ponce a Cayey e incluye a Guayama, Arroyo, Salinas, Santa Isabel y Juana Díaz, han salido dos miembros del Salón de la Fama, más de una veintena de ganadores de Guantes de Oro y miembros de equipos de estrellas, incluyendo a los hermanos Alomar, Benito Santiago, Orlando Cepeda, Javy López, José Cruz, Bones, y más recientemente, Eddie Rosario y Carlos Correa, entre muchos otros.
Alomar ha comenzado unas clínicas auspiciadas por MLB en su natal Salinas, mientras que Correa comienza sus entrenamientos para su temporada a mediados de diciembre en un parque de su natal Santa Isabel. Rosario ha seguido la tradición de Bones de acercarse a menudo a la liga en la que comenzó a jugar para aconsejar a los jóvenes.
Bones, quien jugó 11 temporadas en las Mayores y es coach del bullpen de los Mets, se inició en el béisbol con Texidor y su padre, y jugó en todas las categorías locales hasta los 16 años.
"Mi papá tenía un equipo", dijo Texidor. "Era el dirigente y yo era el coach. (Bones) jugó todas las categorías hasta que llegó a los 16 años y se mudó a San Juan para tener más exposición. Siempre viene y habla con los chicos, y no solo les habla de motivación, sino que les enseña cosas específicas".
En Williamsport, Texidor tendrá un reencuentro con Bones. El domingo 19 (ESPN, 7 p.m. ET) se juega el Williamsport Classic entre los Mets y los Philadelphia Phillies.
"La vida da vueltas. Mira donde nos vamos a encontrar", dijo Texidor.

'No están solos'

ROSARIO, EL ESTELAR JARDINERO de los Minnesota Twins, está muy al tanto de los logros del equipo de su pueblo natal. Ha estado pendiente de la actuación de sus compueblanos a través de Moret, quien pertenece a su grupo de amigos desde que Rosario era jugador en las ligas juveniles. El toletero recibe a diario los resultados de los partidos y hasta se comunicó varias veces con ellos por FaceTime.
"Cuando ganamos el campeonato estatal lo llamé y no me contestó, pero cuando lo conseguí ya se había enterado y sonaba más emocionado que nosotros", dijo Moret. "Para cuando ganamos la serie del Caribe nos llamó por Face Time junto a (el pitcher) Fernando Rodney, muy emocionado. Hasta nos dijo que no descarta pedir un día libre para llegar a Williamsport, pero lo veo muy difícil, porque está en medio de la temporada".
"Su presencia los inspira", agregó Texidor. "Que un 'grandes ligas' venga aquí al parque de ellos, un tipo que haya salido del mismo lugar donde están ellos, los motiva a dar un poco más".
Además de Rosario, el manager de Puerto Rico en el Clásico Mundial de Béisbol de 2017, Edwin Rodríguez, también envió un mensaje de apoyo a los jóvenes.
"Quiero que sepan que no están solos", les dijo Rodríguez, el primer puertorriqueño que dirigió un equipo de Grandes Ligas, quien es oriundo de Ponce. "Todo el equipo está bien pendiente de lo que estarán haciendo en Williamsport".

'Estaremos listos'

LA MAYORIA de los integrantes de la liga Radamés López han jugado juntos, ya sea como rivales o compañeros de equipo, desde las categorías de 5-6 años. En una liga de las de más participación en la isla, no es sorpresa que hayan sido campeones en 6, 8, 10 y 12 años. Pero había algo que les faltaba hacer.
"Nunca habíamos viajado (fuera de Puerto Rico)", dijo Moret. "Llegábamos a las finales, pero nos quedábamos porque en las categorías menores de Little League el torneo termina con las finales en Puerto Rico. Para estos chicos, esta era la gran oportunidad".
El huracán no iba a impedir alcanzar esa meta.
"Desde que sé lo que es, siempre quise jugar en la Serie Mundial de las Pequeñas Ligas", dijo Eric Rodríguez, quien lanzó una entrada en relevo frente a Bahamas en la semifinal y cubrió la ruta completa al día siguiente ante Curazao sin llegar al límite de lanzamientos reglamentario. "Yo comencé a jugar a los seis años, pero a los nueve vi mi primer juego y me dije: 'quiero estar ahí'. Es como Grandes Ligas, pero a nivel pequeño. Es como el Clásico Mundial, otra meta que tengo".
En Williamsport, todo se magnifica, estarán en televisión nacional por ESPN durante los partidos, y los entrenadores saben que de Puerto Rico irá un gran grupo de fanáticos, a los que se unirán cientos de puertorriqueños que viven en el área de Pennsylvania, Nueva Jersey y Nueva York.
Pero no solo la naturaleza los preparó muy bien para lo que viene. Saben que vienen de un país de tradición beisbolera, que ha llegado a la final del Clásico Mundial en las últimas dos ediciones, que ha ganado la Serie del Caribe en dos de los últimos tres años, que viene de ganar la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe y que tiene una nueva generación en Grandes Ligas que cuenta con varios de los peloteros más excitantes del deporte.
"Pensé en un momento el año pasado que no estaríamos allí", dijo Yadiel Delgado, quien juega en el jardín derecho, primera base y como lanzador. "Por eso, me alegra mucho llegar a Williamsport y todos siempre saben que tenemos oportunidad. Hay presión, pero cuando llegue allí y vea a toda esa gente... estaremos listos".
Fuente:www.espndeportes.espn.com

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