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José Manuel Marín, el ciclista que pedalea contra la violencia

Camilo Amaya
Cuando tenía dos años y dos meses, sus padres fueron asesinados en Antioquia. Hoy en día, el corredor del equipo AV Villas es una de las promesas colombianas en este deporte.

José Manuel Marín durante la Vuelta al Valle de este año. / Team AV Villas Auteco.Team Av Villas Auteco

No se sabe desde cuándo lo estaban buscando, sí que lo encontraron en su casa, con su esposa y su hijo de 26 meses. Ya le habían advertido que se tenía que ir de la vereda El Morro de El Peñol, en el oriente antioqueño, porque un día lo vieron recogiendo a un supuesto militante del frente Carlos Alirio Buitrago del Eln. Eso lo convirtió en “colaborador de la guerrilla”, a él, un simple transportador municipal, un hombre que manejaba un bus para subsistir. En una época en la que mataban por mirar lo que no se podía mirar y en la que la gente se acostumbró a vivir en medio de cruces, José Manuel Marín no quiso ceder a las amenazas y por eso el 9 de septiembre de 2002 un grupo de tres hombres subió hasta su finca, unas personas que se hacían llamar de la justicia privada, y le pegaron un par de tiros al frente de su casa a las ocho de la noche.

Su esposa, Luz Estela, intentó detener la tragedia y fue baleada sin compasión ni reparos. La sangre, espesa, empapó toda su humanidad, incluso la de su hijo, que fue encontrado chupando el seno de la mamá. Dicen que la primera en ver la macabra escena fue María Cristina Ocampo, una vecina que pasaba por el lugar y a la que le pareció sospechoso el silencio en un hogar en el que casi siempre había ruido (la Policía apenas subió hasta el otro día). De hecho, ella pensó que el pequeño también había fallecido, pero un gemido débil llamó su atención, recogió al niño y se lo llevó para la Comisaría de Familia. La inercia de la violencia, de nuestra violencia, dejó a José Manuel Marín hijo sin padres. “Por eso crecí con mis abuelos maternos; ellos me criaron y hasta me pusieron el nombre de mi papá, porque tengo entendido que me iba a llamar Mateo”, recuerda el ciclista del Team AV Villas.

José Manuel sabe que a su padre lo enterraron en San Rafael, que a su madre la sepultaron en El Peñol, que nunca hubo investigaciones por lo ocurrido, mucho menos condenas para los culpables. Lo que medianamente recuerda de su niñez vino después, con los abuelos, recogiendo naranjas y armando los bultos para venderlos en el pueblo. También evoca la muerte de la abuela por un cáncer cuando tenía nueve años, el cambio de actitud de su hermana mayor, Nancy, una adolescente que se refugió en las drogas para apaciguar la tragedia, que lo sacaba de la casa a medianoche cuando llegaba alucinando, y que lo dejaba por fuera unas cuantas horas.


“Mi abuelo no contaba con muchos recursos para mantenernos, entonces ella tomó otro camino. Yo me fui a vivir con una profesora de la Institución Educativa León XIII, pero me regresé con el abuelo porque no quería dejarlo solo”. Ese éxodo generado por la necesidad continuó y José Manuel terminó en la casa de un tío abuelo (Pedro Gómez) en la vereda La Peña, donde ayudaba a cuidar las gallinas, ordeñar las vacas, hasta a echar machete en el monte espeso para abrirse paso. Un día, en el que se le fue la mano con la fuerza, se arrancó un pedazo de piel de un tajo. “Tenía la primera comunión a las 10 de la mañana, entonces fui al centro de salud, me suturaron la pierna izquierda, me dieron unas muletas y listo, corra para la iglesia”.

Luego de un tiempo sin estudiar, María Teresa Gómez, otra de las tantas tías, se lo llevó a vivir a Envigado para que terminara el bachillerato. Y, a manera de agradecimiento, José Manuel madrugaba los fines de semana para colaborarle en un restaurante del bloque 27 de la Mayorista de Medellín. “Tocaba estar a las 2:00 a.m. y se trabajaba hasta la 1:00 p.m. Yo hacía los domicilios de los almuerzos y ella me daba algo por eso”. En vacaciones iba más y también se ganaba unos pesos en una venta de plátanos que era de otro tío, Darwin Gómez. “Primero descargaba y después armaba las canastas”.

Así consiguió el dinero para comprar su primera bicicleta, una todoterreno con la que salía a montar por Las Palmas, la Loma del Escobero y del Chocho. Así supo que tenía condiciones para dedicarse al ciclismo y así contactó a Arley Cardona, un periodista de Antioquia, para que lo ayudara a ingresar a un club. “Me dijo que quería ser ciclista, pero que no llevaba muchos años. Yo ya sabía que ponía a chupar rueda a todos los de la cuadra y por eso busqué a Luis Fernando Saldarriaga”, dice Cardona. El hoy entrenador del Manzana Postobón le dijo que fueran al Club Nueva Generación para que le hicieran pruebas y ver si podía entrar. Luis Fernando y Amparo Saldarriaga quedaron encantados con José Manuel, con su sencillez y franqueza, con su manera afable de tratar a los demás.

A medida que fue mejorando, la necesidad de cambiar de bicicleta se hizo inminente. “Mijo, toca buscar una de ruta para que pueda competir con nosotros”, le dijo Saldarriaga. Por eso se mentalizó en ser austero y con la ayuda de un benefactor en los Estados Unidos completó lo que le hacía falta. “Yo hago un programa para una emisora de ese país y un día, al aire, pregunté si alguien podía darnos una mano. Y apareció el señor Héctor Trilleras, un caleño radicado allá, que puso la plata”, apunta Arley. Con esa bicicleta ganó la clásica de Cimitarra, Santander, en 2016, la misma que se fisuró en plena competencia mientras él pedaleaba. “Reparé el marco, lo vendí y busqué otra. Íbamos a correr en Guatemala y me tocaba buscar una urgente”. Fue a Centroamérica y terminó 20 de la general y llegó para ser 14 en la clásica Marco Fidel Suárez. Además, terminó 19 en la Vuelta a Antioquia de ese año.

Sus resultados llamaron la atención de Luis Fernando Saldarriaga, que de inmediato lo propuso para integrar el AV Villas, escuadra juvenil que hace las veces de filial del Team Manzana, equipo de categoría Continental Pro. “Con el primer sueldo salí de las deudas de ese viaje a Guatemala y ahora quiero estudiar inglés. Creo que a mitad de año comienzo con las clases”. José Manuel, que este año cumplirá 19 (21 de julio), lleva consigo un luto cerrado, un arraigo por su tierra y por su gente que no pretende dejar nunca, que son el soporte de alguien que sueña con pedalear en Europa mientras lleva un mensaje claro: “La guerra tiene y debe quedar en el pasado, como los malos recuerdos, así la nostalgia permanezca siempre”.

Fuente:https://www.elespectador.com

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