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Joane Somarriba: “Fui a Atlanta sin una dieta ni para teléfono”










JUAN FLOR

DIARIO AS

A Joane Somarriba (Guernica, Vizcaya, 46 años) le tocó luchar mucho. Contra una lesión en los inicios y en un deporte, el ciclismo, “todo de hombres”.

JUAN FLOR
DIARIO AS
Patricia Cazón
2 de febrero de 2019 - 04:53 CET

Sí (ríe). Él nos inculcó la afición. Era marino y, cuando venía de navegar, siempre con la bici. Me animó a andar con él y...
Usted también hacía judo.
Sí. Desde los 8 años. Era cinturón marrón, pero a una edad tuve que elegir y opté por lo que más me gustaba: el ciclismo.
¿Su primera bici?
Una Orbea, azul. Mi padre nos llevó a las cuatro hermanas a la tienda: “Venga, cuál os gusta”. Y a mí esa Orbea (sonríe), la de corredores, lo tenía muy claro.
Tenía una hermana a la que siempre ganaba...
Sí. A ella le gustaba probar todo. “Vamos, que quiero apuntarme a ciclismo y me acompañas”. Yo, más cohibida: “Aún no me quiero apuntar”. “Sí, vienes”. Y fui y ella tenía mucho amor propio. “Cómo es esto, que me ganes, ¡no puede ser!”. Y cambió de deporte (ríe). Yo me enganché muchísimo.
¿Había muchas chicas?
Muy poquitas. Lo veían un deporte de chicos. Decían: “Ay, qué piernas se te van a poner, de chico”. Podíamos estar en toda Vizcaya cinco, seis. En muchas carreras corríamos con chicos.
Y para cambiarse y eso, ¿tenían vestuarios diferentes?
No. Íbamos a las carreras con el culote puesto (ríe). Y ni nos cambiábamos. Igual estábamos toda la mañana con las zapatillas, con los tacos puestos (ríe). ¡Íbamos más así que en bici!
¿Y qué tal con los chicos?
Tenían una mentalidad muy como: “Una chica no puede llegar antes”. Se picaban mucho. Y los padres: “Como te gane una chica...”. Te llamaba mucho la atención cuando ibas a una carrera, ya en cadete o juvenil, sólo de chicas, la gente salía a la calle: “Aupa, vengaaa... ¡Si son chicas! Mejor estáis fregando”.
¿Sí?
¿Eso? Muchísimo. Cosa que dices: “Qué mentalidades”. “Mejor estáis en casa”. Afortunadamente ha mejorado mucho. Pero ocurría. Era una sociedad muy machista. Y el ciclismo era un mundo de hombres.
Pero usted va haciendo.
Me marcaba metas. Cuando paso a cadetes, prepararme para el Campeonato de España. Después, el Mundial... Tengo un recorte, con 12 años, de una entrevista en la sociedad del pueblo: “Quiero vivir del ciclismo”. Y mira si era imposible. Estábamos a años luz de llegar a eso. Pero siempre fue mi sueño.
¿Veía ciclismo?
Desde pequeñita. A Jeannie Longo. Me hacía feliz competir, sacrificarme. No me costaba no salir los sábados. No, yo tenía carrera. Y lo hacía con pasión.
Cuando se prepara para Barcelona 92, se opera de una hernia… Y sufre una infección que la deja en silla de ruedas...
Buf, fue tremendo. Ver que puedes participar en los Juegos de casa, lo que era. Pero entro a quirófano y todo se complica. Sufrí. Se me acababa el mundo. Todo era la bici. Recuerdo que el día que el médico me dijo que no había nada que hacer, sacó unos clínex: “Llora lo que quieras, pero tú de la bici olvídate”.
Muy duro.
Llegué a casa, me fui al trastero, donde estaba la bici, y me encerré con ella, sola, y una llorera tremenda. Era duro de asimilar. Con 18 años y tantas ganas. Pero me endureció. Aquella lesión me ayudó mucho para todo lo que, después, he conseguido.
Volvió a montarse sobre ella.
La rehabilitación era muchas horas al día, en el hospital. Mi ilusión era ir quitando esos dolores. Un día llegué a casa y (sonríe) mi madre y hermanas me tenían una sorpresa en el salón.
¿Qué era...?
Me habían comprado una mountain bike. “Entra, tienes una sorpresa”. Esa. Una bici de monte por la postura. “Voy a probarla”. Luego mi punto débil fue la espalda, he sufrido mucho. En el Giro, el Tour. Debía prepararme mucho muscularmente.
¿Y cuándo se monta en esa bici y las piernas responden?
Era de noche. Me puse con mis hermanas y mi madre en la calle. Me sentía como una niña. Para arriba, abajo. Al día siguiente: “A ver si puedo un ratito”. Diez minutos. Así, poco a poco. Me enseñó a ser muy paciente, a tomarme las cosas de otra manera. Cosa que antes era todo ya. Si una carrera me iba mal, un disgusto tremendo.
¿Cómo fue el irse a Italia?
Corríamos el Giro con la Selección española, nuestro único modo de correr buenas carreras, no había equipos Elite UCI. Ya llevábamos años de mucho calvario. Aquel Giro lo hice bien. Me había preparado mucho para los Juegos de Atlanta, mis primeros, y como hice buen Giro me llamaron. Les había gustado mi forma de andar, el nivel en la montaña. Me animaron para irme a un equipo italiano. El Sprint.
¿Costó?
Mucho. Era muy hogareña. Pero no podía dejar pasar el tren. Ver que me sacaban un avión en enero y la vuelta en agosto, se me caía el mundo encima. Son deportes muy duros, muchas horas. Se pasa mucha penuria y si estás lejos de tu familia... No era como ahora. Con los móviles, con el Skype.
¿Cómo se comunicaba?
Te costaban un riñón las llamadas. Y lo que nos daban era muy poquito entonces. Pero también tuve mucha suerte con las compañeras. Nos apoyábamos mucho. Luego el aprender a correr. Hasta llegar allí yo no sabía.
¿Qué le enseñaron?
Equipo, la unión. Aquí corría para mí, contra las demás. No sabía qué era una labor de equipo, ayudarse. Fue vital. Me enseñaron todo. Visualizar tácticas. Me cogieron como gregaria y disfruté tantísimo, aprendí tanto..., que fue la clave de mis éxitos.
¿Qué le cambió?
El saber que eres una pieza fundamental para el éxito del equipo. Todas nos teníamos que ayudar. Nos comunicábamos muchísimo y eso aquí no existía. Antes de la carrera, después.
¿Varió su manera de correr?
La manera de entrenar. Cuando fui allí dije: “Pero si yo no he entrenado”. Lo que más me llamaba la atención eran las horas.
¿Cuántas?
Empezábamos la temporada y de repente, una: “Hoy me tocan siete horas”. O: “180 kilómetros”. “Dios mío, si yo 180 no hice en mi vida”. No perdías un día. Es la clave. Hay que entrenar. Son deportes muy exigentes, el cuerpo se lleva al límite.
En España en los equipos de chicas, sólo les daban la ropa.
Y demasiado. Un equipo tiene mucho presupuesto. Y eran muy justos. Había gente que ponía dinero de su bolsillo. Había equipos, pero todo iba para el hombre y poco para la mujer.
Es llamativo, con todo lo que mueve el masculino.
Pues como ha ocurrido con el Tour de Francia, para chicas.
Usted lo ganó tres veces. ¿Qué siente cuando el director de la UCI dice: “Las mujeres no pueden correr 21 etapas”?
Me parece absurdo. ¿Y por qué no vamos a estar capacitadas por correr 21 días? No tenemos que competir con ellos. Te pone triste escuchar hoy esas cosas. Porque eso ha existido. Se corría el Tour. Longo, Canins. Trayectos más cortos, mismas llegadas. Pero luego no interesó al Tour. Más coste, más complicado. O eso les parecería. Y al final es una empresa.
¿Cómo era su Tour?
No tenía nada que ver con el de ellos. Se organizaba con mucho esfuerzo. Quien lo hacía debía tocar mil puertas, con dificultades para pagar. A nosotras nos pasó, en una etapa, que los gendarmes no nos dejaban salir del hotel. Decían que estaba sin pagar, que el organizador debía dinero. Al final no le merecía la pena. Lo dejó y nadie ha sido capaz de volver a sacarlo.
¿Cuándo cobró por primera vez del ciclismo?
Cuando llegué a Italia.
¿Tan tarde?
En 1996, antes de que me llamaran, hablé con la familia, dije que no seguía. Había ido a los Juegos, había hecho un Giro fantástico, no podía seguir así. Son deportes muy costosos y me tenían que ayudar. Decidí que había sido feliz de volver a competir tras lo que había pasado pero que lo dejaba. Fuimos a Atlanta y no tuvimos ni una dieta para llamar por teléfono a casa.
¿Y cómo sobrevivía?
Mis padres tenían un restaurante y ayudaba. En Italia tuve mi primer sueldo. Luego, yo, ganando todo, cobraba como un gregario chico muy, muy modesto.
¿Qué siente cuando gana el Giro en 1999, primera grande?
Correr las vueltas grandes es tremendo. Las etapas, el día a día. Es mucho físico y psicológico, un desgaste tremendo. Cuando termina es: “Guau, lo logramos”. La sensación es distinta a las carreras de un día, más de adrenalina, más bestial.
¿Recuerda cruzar la meta?
Con las compañeras. Llegar a meta, abrazarnos, la gratitud a ellas. Jo, es que es increíble el Giro. Verlo tan lejos, y lograrlo...
¿Lo seguía de niña?
Sí. Es una carrera muy bonita. Italia me fascina. La gente, lo apasionada que es. Cómo anima. Vivíamos en un pueblecito y venía el panadero, nos regalaba pan. “Venid, que mi mujer hace cena”. Nos venían a ver a las carreras. Los jubilados del pueblo, a limpiar las bicis. Nos hacían ser profesionales, cosa que hasta ahí yo no había sentido.
¿Por?
Porque no había medios, dinero. Para ir a correr a Checoslovaquia teníamos que ir en coches.
¿En coche? ¿Y las bicis?
En las bacas arriba. O en furgonetas. Había unos presupuestos muy limitados y eso de ir en avión (ríe) era muy costoso. Pero también pasa con los hombres. Ahora llegan y enseguida tienen los autobuses. Antes no. Era mucho más duro. Llegar a una carrera tras dos días sin salir de un coche... (ríe). Los desplazamientos eran muy diferentes que en un Tour de hombres.
¿Sí?
Ellos terminan la etapa y tienen cerquita el hotel. Nosotras teníamos tres, cuatro horas de coche tranquilamente cada día. Se hace más duro, a los días.
¿De cuánto eran sus etapas?
120, 140 kilómetros.
¿La más dura de su carrera?
Recuerdo en el Tour, subir el Col de la Madeleine, casi nevando, 0 grados..., y yo el frío lo llevaba mal. Fatal. No sentir los dedos, no poder meter la mano en el bolsillo para comer. Y los pies. Buf. Esas etapas de frío eran horribles. Esos puertos, tanto tiempo bajando, la tiritona. Qué duro. Y qué ganas de llegar.
¿Qué se le pasa por la cabeza cuando está ahí, en una etapa?
Tira, tira y hay que llegar. Que se termine esta tortura. Sí, sí, sí.
¿Cuando ganó el Tour?
Un recuerdo que tengo, que me perdura, es de una etapa que iba líder y pinché. Era un momento muy malo, decisivo. Faltando 30 kilómetros. Íbamos unas diez o así, las elegidas. “Buah, por Dios”. No tenía ninguna compañera en ese momento. Mi sorpresa es cuando levanto la mano y esas corredoras que eran mis rivales me esperan.
¿Sí?
Son gestos que quedan para siempre. Ese respeto al líder. Para ellas habría sido injusto obrar de otra manera. Todas esperaron a que me incorporara.
Cuando gana el Mundial de contrarreloj en 2003, siempre dice que fue una liberación.
Porque había sido mi sueño de niña. Jugaba con mis hermanas. “La que llegue antes será la campeona del mundo”. Y cuando lo logré... Y encima se me había resistido. La caída en Lisboa. Fue una ilusión... “Al fin”. A pesar de mis características como corredora. Yo no era para carreras de un día y siempre era más complicado ese Mundial. O era llano o no tenía suerte o se me complicaba. Y me resistía.
Es muy crítica con el dopaje.
Le ha quitado valor al ciclista. Se ha cargado a muchos equipos, técnicos, gente. Como deportista y amante de este deporte lo he vivido con mucha pena todo. Armstrong, tantos casos. Muy triste. Y ha pasado factura.
¿Cómo ve el ciclismo femenino ahora? Tras usted, Ruano...
Hubo años con un vacío. Lógico. Estaba nuestra generación y cuando lo dejamos hubo un salto. Había chavalitas jóvenes y ahora están saliendo. Equipos como Movistar hacen una labor muy positiva. Hasta ahora no hubo eso. Y para las chicas es una oportunidad de oro. Se les cuida, con su seguridad social, que nosotras no tuvimos. Con sueldos... Te alegra mucho, que se puedan dedicar a ello.
Usted se retiró sin la medalla olímpica.
Tras Atenas, sí (sonríe). La espinita que me quedó.
Allí sentía que sus piernas no eran las suyas.
Había entrenado mucho en altura y me sentía bien, pero el cuerpo es así. Hay días que no te sientes bien y a mí me tocó ese. No estuve a la altura de lo que se me exigía y me exigía yo.
¿Cómo es su vida ahora?
Muy dedicada a los críos. Lo estoy disfrutando mucho. Son muy seguidos los tres.
¿Y la bici la coge?
Pues, jo, bastante a menudo. Todas las semanas un día, dos. Y me sabe a gloria, como nunca.
¿Cómo ve los atropellos en las carreteras?
Horroroso. Muy duro. De nuestros críos el mayor tiene 12, el otro 10. “Queremos correr”. Y sales con ellos y piensas: “Qué peligro”. Ha aumentado tanto el tráfico. Carreteras donde no se transitaba y ahora... Está habiendo tantas muertes que te ponen los pelos de punta. Que un deporte tan bonito como el ciclismo y que no lleguemos a conseguir más arcenes...
¿Alguna vez tuvo miedo?
Buf. En Italia. Allí se conduce fatal. Y un coche nos vino de frente. A una velocidad tremenda y nos tiramos a la cuneta. Al final, tantos años a diario en bici ves gente muy energúmena en la carretera. Nos ven como estorbos, no como otro vehículo. Te adelantan con agresividad y mala leche. Y nosotros también tenemos que ser respetuosos, no invadir. A veces voy con el coche y veo cicloturistas en todo el carril, de dos en dos. El respeto también debe ser nuestro.
Una curandera le dijo que tendría dos hijas. ¿Se cumplió?
¡Tengo dos hijos y una niña, de ocho años! Pero tuve un aborto, que era otra niña, así que sí. Cuando nació ella, hace 8 años, me diagnosticaron una enfermedad crónica, sin cura.
¿Sí?
El mal de Crohn. Estuve tres meses ingresada. No sabían qué me pasaba. Hasta que descubrieron eso. Te salen llagas en el intestino. Sin cura. Lo voy llevando. Te dan brotes. Ya ves, siempre me ha tocado luchar en la vida. Ahora también.

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